Enrique Santos Discépolo, 1951.
Luis Rateni - Escritos y Apuntes
lunes, 1 de octubre de 2012
¡CHE, DISCEPOLÍN!
Enrique Santos Discépolo, 1951.
viernes, 16 de julio de 2010
MICHEL MAFFESOLI: "EL FUTURO YA NO MOVILIZA ENERGÍAS"
Michel Maffesoli vive sólo el presente. "Creo que no existe una cosa llamada futuro", dice en esta charla ocurrida en un hotel boutique de Buenos Aires pleno de objetos envejecidos y futuristas que contradicen la identificación temporal de este profesor de sociología de la Sorbona. Vino a Buenos Aires a dictar un seminario en el Doctorado en Ciencias Sociales de la FLACSO, invitado por Fundación Osde y a presentar su último libro El Reencantamiento del mundo (Dedalus editores) en la Alianza Francesa de Buenos Aires. Viaja con frecuencia a Sudamérica y a Oriente donde detectó los "laboratorios de la posmodernidad" distinguibles por el culto a la creatividad. En los años ochenta Maffesoli teorizó sobre las tribus urbanas y desde entonces su apellido va enlazado a cuanto agrupamiento juvenil ocurra en cualquier lugar del mundo. Da lo mismo si se trata de Tokio, Nueva York, Barcelona o Buenos Aires, las conductas tribales se repiten y hallan ecos a un lado y otro del mundo. "Nuestras sociedades van a ser en cierto modo una especie de mosaico de esas tribus y cada uno va a participar en varias de ellas. En función de mi gusto sexual, musical o religioso, voy a estar hoy acá, mañana en otra tribu", define antes de volcarse a reflexionar sobre el contexto en que este fenómeno se desarrolla. Por eso, comienza esta entrevista bautizando y caracterizando la era en la que vivimos.
-En Europa la intelligentsia política, periodística y universitaria continúa hablando de modernidad para describir el período en el que vivimos. Soy de los que creen que estamos en la posmodernidad dado que tenemos toda una serie de valores que ya no son los que imperaron durante la modernidad. Pero el problema es que siempre hay un desfasaje entre lo que se vive y lo que se piensa y lo que se nombra. Hay que tener en cuenta que el nombre mismo de modernidad apareció recién en 1848: fue Charles Baudelaire justamente quien lo utilizó para nombrar lo que estaba ocurriendo. Hasta entonces, solamente se hablaba de posmedievalismo: lo que venía después de la Edad Media. Y no es sino hasta la mitad del siglo XIX que va a empezar a hablarse de modernidad para nombrar lo que se vivía. Creo que estamos más o menos en la misma situación. Es falso hablar de modernidad. Lo único que tenemos es el término posmodernidad para decir lo que está en juego. Y recién más adelante –tal vez en 2050 o lo que fuere–, se podrá encontrar el término que caracterice lo que vivimos ahora. Quiere decir que posmodernidad es un término provisorio para decir que hemos superado la modernidad.
-¿Qué características encuentra en la posmodernidad que la diferencian de la modernidad?
-Hay tres grandes valores modernos: el trabajo –que se convierte en el imperativo esencial, aquello a través de lo cual hay una realización de cada individuo. Segundo, la razón como único elemento que caracteriza tanto al individuo como a la sociedad. Y tercero, el futuro: la fe en el porvenir. Tenemos ahí, los pivotes modernos que luego se encontrarán en la educación, en lo social, en la economía, como lo mostró Michel Foucault, en todas las instituciones que se elaboran en el siglo XIX. Este es el aspecto de la sociedad oficiosa, identificable en las generaciones jóvenes que ya no se reconocen en la sociedad oficial. Ahora bien, esa sociedad oficiosa, que yo llamo posmodernidad ya no gira en torno del trabajo sino de la creación: hacer de la propia vida una obra de arte, poner el acento en lo cualitativo de la existencia, la dimensión un poco hedonista. En segundo lugar, ya no la razón como simple vector por el cual uno se piensa a sí mismo y la sociedad también, sino la imaginación, lo imaginario y en tercer lugar, el presente dado que en términos de temporalidad ya no se vive más el futuro, el carpe diem, diría incluso: presente-ísmo. Eso es, dicho de una manera muy simple: lo que se abandona –trabajo razón futuro– que es oficial, en las instituciones oficiales. Y después, el gran elemento de la posmodernidad con su dimensión, una vez más, de creación, de imaginación, de presente, que sería un poco la napa freática de la sociedad actualmente.
-Una vez dijo que América Latina era el laboratorio de la posmodernidad, ¿por qué lo cree?
-Decía que Europa había sido el laboratorio de la modernidad porque justamente se había puesto el acento en esos valores que acabo de señalar. Lo que me impresiona de América Latina y de Extremo Oriente –Japón, Corea– es que ahí es donde la imaginación es importante, es ahí donde, en el fondo, se da no sólo el trabajo sino la creación. No simplemente el futuro, sino el presente. Y también en América Latina es donde se están elaborando –mucho más que en Europa– estos nuevos valores. Por eso hablo del laboratorio de la posmodernidad. El problema es –lo veo en Brasil adonde voy a menudo– que los intelectuales están muy marcados por los esquemas europeos: demasiado marxistas, demasiado estructuralistas. Transplantan a la realidad latinoamericana realidades de pensamiento que habían sido elaborados en Europa o en América del Norte. Desgraciadamente la intelligentsia sigue determinada por los modelos estadounidenses y europeos.
-Entonces, ¿podemos pensar en el futuro? ¿Existe el futuro?
-Creo que no. Efectivamente, se puede caracterizar, comprender bien una civilización, una época, en función del elemento temporal en el que esa época pone el acento. Hay grandes épocas –la Edad Media, por ejemplo– donde lo que se llamaban las grandes sociedades tradicionales tomaban el pasado como elemento temporal. Hay otros grandes momentos culturales para los cuales lo importante es el futuro. La modernidad es eso, proyectar: los mañanas que cantan, la sociedad perfecta, el mito del progreso. El progresismo del siglo XIX es un buen ejemplo de esa proyección de la energía hacia el futuro. Y luego hay otras grandes civilizaciones para las cuales lo que importa es el presente. Aclaro que eso ha hecho una civilización como el Renacimiento, el Quattrocento en Italia, lo que se llama ese tiempo que fue el siglo III o IV de la era cristiana, lo que se conoce como la decadencia romana, de hecho, en ese período se elaboraban cantidades de cosas, pero lo importante era el presente. Y en mi opinión, entramos en otro de esos grandes lapsos de presente-ísmo. Es interesante ver volver esa idea hedonista, esa idea de carpe diem. O sea que, desde esta perspectiva, lo que está en gestación actualmente, la gran tendencia, está focalizada en el presente; la idea misma de futuro ya no moviliza las energías. Un ejemplo: veo en Europa, y en Francia en particular, respecto de la gente de mi generación, una desafección con respecto a lo político. Lo político no funciona más. Ni izquierda ni derecha. Yo digo "lo" político porque lo propio de lo político es proyectivo, está orientado hacia el futuro. Y estas jóvenes generaciones no adhieren, no se identifican más con los grandes valores futuristas. Se concentran en el presente.
-¿Y cuáles son las consecuencias para una sociedad cuando no piensa en el futuro?
-Justamente que no podemos imaginar que el futuro no sea el valor oficial, que no sea la temporalidad oficial porque toda nuestra concepción de la sociedad, de las instituciones se hizo en proyección hacia la búsqueda de la perfección futura. Hubo otros períodos históricos en los cuales la energía –lo digo de una manera un poco más sofisticada– no estaba tendida hacia afuera –extensiva– sino que tendía hacia adentro –intensiva. Es la intensidad del instante. Entonces ya no se busca la eternidad en el paraíso celestial, en el paraíso terrestre sino que se buscará la eternidad en el buen momento, la buena ocasión, la oportunidad –lo que vivo en el presente, comiendo, bebiendo, bailando– es el carpe diem. En esta joven generación me sorprende esa especie de intensidad del momento. No tiene ganas de hacer proyectos de vida, proyectos políticos, económicos –pero incluso proyectos de vida. Hay circunstancias en que la civilización se proyecta; hay otras ocasiones en que la civilización vira al presente. La temporalidad de la posmodernidad es el presente.
-Ha dicho que en Francia los jóvenes no adhieren a la izquierda ni a la derecha, ¿tampoco simpatizan con otras expresiones políticas? ¿Son apolíticos?
-En primer lugar, hay que señalar que la separación izquierda derecha ya no es muy pertinente. En los sesenta se podía reconocer de inmediato cuando alguien hablaba si era de izquierda o de derecha. Ahora, en las mismas personas, hay un poco de izquierda, de derecha, de ecología. En segundo lugar, lo político está saturado en las generaciones nuevas. Ya no existe ese compromiso político para la realización de una sociedad futura –sea revolucionaria, conservadora o reformista. Todavía hay jóvenes que entran en los partidos políticos, pero es una minoría pequeña. Eso no quiere decir que no haya regularmente formas de rebeldía, de rebelión, pero son explosiones espontáneas que van a surgir en un momento dado sin que se inscriban en un programa. Son más bien explosiones de humor: antiglobalistas, ecologistas, contra la cumbre del G-20, contra la cumbre del G-8. A veces muy violentas, brutales, sangrientas, pero que no se inscriben en una perspectiva política. Hay rebelión, hay revuelta, pero no es programada ni programática.
-Como las revueltas en la periferia de París...
-Por ejemplo. Hasta los partidos políticos les tienen miedo a esas rebeliones. Aun los de izquierda. Incluso hay obreros –no jóvenes– que para defender el trabajo en una fábrica emprenden acciones muy violentas: amenazan con hacer volar la planta o cosas por el estilo. La lógica sindical es huelga, negociación, pero estas expresiones señaladas son muy fuertes y violentas.
Publicado en Ñ Revista de Cultura, Sábado, 26 de septiembre de 2009.
martes, 22 de junio de 2010
HOMERO, EL EDUCADOR DE GRECIA
Para abordar cualquier estudio sobre la cultura ateniense en tiempos de Aristóteles, se torna necesario desarrollar algunas cuestiones preliminares. No es posible omitir los puntos de vista que sobre la vida en todos sus tópicos desarrolló Homero. Esto no responde a una cuestión de raigambre histórica, siendo que en el caso de Homero, es harto dudoso que haya descrito, principalmente en Ilíada, una sociedad real. No obstante ello, no podemos ignorar la gravitación que el autor ha tenido en la paideía ateniense de los siglos V y IV. Para Jaeger, Homero es el educador de Grecia. No en vano, y a su pesar, Platón llama a Homero el primer maestro y el guía de todos los poetas trágicos, si bien dentro de un contexto poco halagüeño
ἀλλ᾽ Ὅμηρός τοι τετίμακεν δι᾽ ἀνθρώπων, ὃς αὐτοῦ
πᾶσαν ὀρθώσαις ἀρετὰν κατὰ ῥάβδον ἔφρασεν
θεσπεσίων ἐπέων λοιποῖς ἀθύρειν.
[Pero Homero ha esparcido su prestigio sobre todos los hombres; él ha sido
quien elevó sus virtudes desde su cetro rapsódico,
al ritmo de sus versos divinos, para la posteridad de los juegos]
En Las Ranas, Aristófanes, por boca de Esquilo, proclama que los grandes poetas, y en particular Homero, trascienden a su época por enseñar a los hombres toda suerte de virtudes y cosas provechosas.
ταῦτα γὰρ ἄνδρας χρὴ ποιητὰς ἀσκεῖν. σκέψαι γὰρ ἀπ᾽ ἀρχῆς
ὡς ὠφέλιμοι τῶν ποιητῶν οἱ γενναῖοι γεγένηνται.
Ὀρφεὺς μὲν γὰρ τελετάς θ᾽ ἡμῖν κατέδειξε φόνων τ᾽ ἀπέχεσθαι,
Μουσαῖος δ᾽ ἐξακέσεις τε νόσων καὶ χρησμούς, Ἡσίοδος δὲ
γῆς ἐργασίας, καρπῶν ὥρας, ἀρότους: ὁ δὲ θεῖος Ὅμηρος
ἀπὸ τοῦ τιμὴν καὶ κλέος ἔσχεν πλὴν τοῦδ᾽ ὅτι χρήστ᾽ ἐδίδαξεν,
τάξεις ἀρετὰς ὁπλίσεις ἀνδρῶν;
[Esto es lo que deben cultivar los poetas. pues mira desde el principio
cuán útiles han sido los poetas de pro.
Orfeo nos enseñó los ritos sagrados y a abstenernos de verter sangre,
Museo la curación de las enfermedades y los oráculos y Hesíodo
el cultivo de la tierra, el tiempo de cada cosecha, la arada. Y el divino Homero
¿de qué obtuvo el honor y la gloria sino de que enseñó cosas provechosas,
las formaciones, las virtudes y el armamento de los guerreros?]
[No obstante,el origen de cada dios -o si todos han existido desde siempre-, y cuál era su fisonomía no lo han sabido hasta hace bien poco; hasta ayer mismo, por así decirlo. Pues creo que Hesíodo y Homero, dada la época en que vivieron, me han precedido en cuatrocierntos años y no en más. Y ellos fueron los que crearon, en sus poemas, una teogonía para los griegos, dieron a los dioses sus epítetos, precisaron sus prerrogativas y competencias, y determinaton su fisonomía. Y, por su parte, los poetas que tienen fama de haber vivido antes que ellos, lo hicieron -al menos esa es mi opinión- después. La primera parte de lo que precede lo cuentan las sacerdotisas de Dodona, pero el resto, lo que se refiere a Hesíodo y Homero, lo sostengo yo.]
[Por lo tanto, Glaucón, cuando encuentres a quienes alaban a Homero diciendo que este poeta ha educado a la Hélade, y que con respecto a la administración y educación de los asuntos humanos es digno de que se le tome para estudiar, y que hay que disponer toda nuestra vida de acuerdo con lo que prescribe dicho poeta, debemos amarlos y saludarlos como a las mejores personas que sea posible encontrar, y convenir con ellos en que Homero es el más grande poeta y el primero de los trágicos, pero hay que saber también que, en cuanto a poesía, sólo deben admitirse en nuestro Estado los himnos a los dioses y las alabanzas a los hombres buenos.]
Ya en su diálogo juvenil Ion, el padre de la Academia, hace conversar a Sócrates con el rapsoda Ion de Éfeso, con su metódica ironía, sobre los méritos de Homero sobre el resto de los poetas
τί οὖν ποτε περὶ μὲν Ὁμήρου δεινὸς εἶ, περὶ δὲ Ἡσιόδου οὔ, οὐδὲ τῶν ἄλλων ποιητῶν; ἢ Ὅμηρος περὶ ἄλλων τινῶν λέγει ἢ ὧνπερ σύμπαντες οἱ ἄλλοι ποιηταί; οὐ περὶ πολέμου τε τὰ πολλὰ διελήλυθεν καὶ περὶ ὁμιλιῶν πρὸς ἀλλήλους ἀνθρώπων ἀγαθῶν τε καὶ κακῶν καὶ ἰδιωτῶν καὶ δημιουργῶν, καὶ περὶ θεῶν πρὸς ἀλλήλους καὶ πρὸς ἀνθρώπους ὁμιλούντων, ὡς ὁμιλοῦσι, καὶ περὶ τῶν οὐρανίων παθημάτων καὶ περὶ τῶν ἐν Ἅιδου, καὶ γενέσεις καὶ θεῶν καὶ ἡρώων; οὐ ταῦτά ἐστι περὶ ὧν Ὅμηρος τὴν ποίησιν πεποίηκεν;
Ἴων
ἀληθῆ λέγεις, ὦ Σώκρατες.
Σωκράτης
τί δὲ οἱ ἄλλοι ποιηταί; οὐ περὶ τῶν αὐτῶν τούτων;
Ἴων
ναί, ἀλλ᾽, ὦ Σώκρατες, οὐχ ὁμοίως πεποιήκασι καὶ Ὅμηρος.
Σωκράτης
τί μήν; κάκιον;
Ἴων
πολύ γε.
Σωκράτης
Ὅμηρος δὲ ἄμεινον;
Ἴων
ἄμεινον μέντοι νὴ Δία.
[Sócrates
¿Cómo es, pues, que tú eres experto en Homero y no en Hesíodo o en alguno de los otros poetas? ¿O es que Homero habla de cosas distintas de las que hablan todos los otros poetas? ¿No trata la mayoría de las veces de guerra, de las mutuas relaciones entre hombres buenos y malos, entre artesanos u hombres sin oficio? ¿No habla también de cómo se relacionan los dioses entre sí y de su trato con los hombres, de los fenómenos del cielo y del infierno, del nacimiento de los dioses y los héroes? ¿No son estas las cosas sobre las que Homero hizo su poesía?
Ion
Evidentemente, oh Sócrates.
Sócrates
Pero cómo, ¿es que los otros poetas no lo hicieron sobre las mismas?
Ion
Sí, Sócrates, pero no han poetizado de la misma manera que Homero.
Sócrates
¿Cómo, pues?, ¿peor?
Ion
Con mucho.
Sócrates
Y Homero, ¿mejor?
Ion
Sin duda que mejor, por Zeus.]
Tampoco Aristóteles escapa al influjo homérico
Ἔτι δὲ τὰ εἴδη ταὐτὰ δεῖ ἔχειν τὴν ἐποποιίαν τῇ τραγῳδίᾳ, ἢ γὰρ ἁπλῆν ἢ πεπλεγμένην ἢ ἠθικὴν ἢ παθητικήν· καὶ τὰ μέρη ἔξω μελοποιίας καὶ ὄψεως ταὐτά· καὶ γὰρ περιπετειῶν δεῖ καὶ ἀναγνωρίσεων καὶ παθημάτων· ἔτι τὰς διανοίας καὶ τὴν λέξιν ἔχειν καλῶς. Οἷς ἅπασιν Ὅμηρος κέχρηται καὶ πρῶτος καὶ ἱκανῶς. Καὶ γὰρ τῶν ποιημάτων ἑκάτερον συνέστηκεν ἡ μὲν Ἰλιὰς ἁπλοῦν καὶ παθητικόν, ἡ δὲ Ὀδύσσεια πεπλεγμένον (ἀναγνώρισις γὰρ διόλου) καὶ ἠθική· πρὸς δὲ τούτοις λέξει καὶ διανοίᾳ πάντα ὑπερβέβληκεν. [...]
Ὅμηρος δὲ ἄλλα τε πολλὰ ἄξιος ἐπαινεῖσθαι καὶ δὴ καὶ ὅτι μόνος τῶν ποιητῶν οὐκ ἀγνοεῖ ὃ δεῖ ποιεῖν αὐτόν. Αὐτὸν γὰρ δεῖ τὸν ποιητὴν ἐλάχιστα λέγειν· οὐ γάρ ἐστι κατὰ ταῦτα μιμητής. Οἱ μὲν οὖν ἄλλοι αὐτοὶ μὲν δι᾽ ὅλου ἀγωνίζονται, μιμοῦνται δὲ ὀλίγα καὶ ὀλιγάκις· ὁ δὲ ὀλίγα φροιμιασάμενος εὐθὺς εἰσάγει ἄνδρα ἢ γυναῖκα ἢ ἄλλο τι ἦθος, καὶ οὐδέν᾽ ἀήθη ἀλλ᾽ ἔχοντα ἦθος. [...]
Δεδίδαχεν δὲ μάλιστα Ὅμηρος καὶ τοὺς ἄλλους ψευδῆ λέγειν ὡς δεῖ. Ἔστι δὲ τοῦτο παραλογισμός. Οἴονται γὰρ οἱ ἄνθρωποι, ὅταν τουδὶ ὄντος τοδὶ ᾖ ἢ γινομένου γίνηται, εἰ τὸ ὕστερον ἔστιν, καὶ τὸ πρότερον εἶναι ἢ γίνεσθαι· τοῦτο δέ ἐστι ψεῦδος. Διὸ δεῖ, ἂν τὸ πρῶτον ψεῦδος, ἄλλο δὲ τούτου ὄντος ἀνάγκη εἶναι ἢ γενέσθαι ᾖ, προσθεῖναι· διὰ γὰρ τὸ τοῦτο εἰδέναι ἀληθὲς ὂν παραλογίζεται ἡμῶν ἡ ψυχὴ καὶ τὸ πρῶτον ὡς ὄν. [...]
Ἐπεὶ καὶ τὰ ἐν Ὀδυσσείᾳ ἄλογα τὰ περὶ τὴν ἔκθεσιν ὡς οὐκ ἂν ἦν ἀνεκτὰ δῆλον ἂν γένοιτο, εἰ αὐτὰ φαῦλος ποιητὴς ποιήσειε· νῦν δὲ τοῖς ἄλλοις ἀγαθοῖς ὁ ποιητὴς ἀφανίζει ἡδύνων τὸ ἄτοπον.
[Por eso, también desde este punto de vista, como ya hemos dicho, puede parecer Homero divinamente inspirado entre otros, pues ni siquiera la guerra [de Troya], que tuvo principio, medio y fin, intentó tratarla en su totalidad (habría sido algo demasiado extenso como para poderlo abarcar bien de una sola vez) ni, al reducir su extensión, volverla ultracomplicada por su diversidad. En realidad, escoge una sola parte, pero utiliza muchos episodios de las demás, como el catálogo de las naves y otros acontecimientos con los cuales interrumpe su poema. [...]
Es preciso además que las clases de la epopeya sean las mismas que las de la tragedia: simple o compuesta; ética o patética. También las partes son las mismas, con excepción del canto y del espectáculo. La epopeya necesita, en efecto, peripecias, reconocimientos y padecimientos. Y además, el pensamiento y el lenguaje tienen que ser bellos. Todos estos [elementos] los utilizó Homero no sólo primero [que nadie] sino también adecuadamente. Porque de sus poemas a uno, la Ilíada, lo hizo simple y patético; a otro, la Odisea, complejo (ya que está lleno de reconocimientos) y ético. Y además de esto, superan a todos [los demás poemas] por su lenguaje y su pensamiento. [...]
Homero es digno de alabanza por otras muchas cosas, pero particularmente, por ser el único de los poetas que no ignora lo que a él mismo le toca hacer. Es necesario, en efecto, que el poeta hable muy poco por su cuenta, ya que en cuanto lo hace no es imitador. Ahora bien, los otros intervienen todo el tiempo en los acontecimientos e imitan poco y pocas veces. El, por el contrario, tras un rápido prefacio, introduce un varón, una mujer o algún otro tipo, nunca carente de carácter sino dotado siempre de uno propio. [...]
Homero enseñó sobre todo a los demás [poetas] a contar mentiras como es debido, esto es, a emplear el paralogismo. Piensan, en efecto, los hombres que, cuando un hecho es seguido por otro o al producirse el uno se produce el otro, si el segundo existe, también existe o se produce el primero. Pero esto es un error. Por tanto, si el primero fuera falso, pero otro existiera o se produjera necesariamente al ser verdadero aquel, es indispensable aclararlo, ya que, al saber que este es verdadero, nuestra alma, por un paralogismo, concluye que aquel también existe. [...]
Porque aun lo que en la Odisea hay de inexplicable, como lo concerniente al desembarco, resultaría obviamente insoportable si lo hubiera escrito un poeta mediocre. En realidad, el poeta oculta lo absurdo tras el atractivo de sus otras perfecciones.]
πλεῖστα δὲ τοιαῦτα λαβεῖν ἐξ Ὁμήρου ἔστιν:
“ὧς ἄρ᾽ ἔφη, γρῆυς δὲ κατέσχετο χερσὶ πρόσωπα:”
οἱ γὰρ δακρύειν ἀρχόμενοι ἐπιλαμβάνονται τῶν ὀφθαλμῶν.
[La mayoría de ellas pueden tomarse, por otra parte, de Homero:
“Así habló y la anciana cubría su rostro con las manos”,
pues, en efecto, se llevan las manos a los ojos los que rompen a llorar.]
ACERCA DEL ARTE DE LA PERFECTA EJECUCION
Luis Antonio Rateni
Ser un artista. Creo que pocas frases arrastran consigo un peso tan agobiante, un silencio reverencial como esas tres palabras. Llegar a definir a alguien como artista siempre desemboca, por añadidura, en un solemne respeto. Por el contrario, cuando alguien se arroga sobre sí el calificativo de artista, o peor aun, de Artista, cae siempre en la más bufonesca de las vanidades. Mi caso es muy particular. Aquellos pocos que me conocen en profundidad pueden dar fe de mi innata modestia; sin embargo, poseo plena conciencia de mi condición de artista, aunque no siempre haya sido así. No puedo dejar de recordar la época del arduo aprendizaje, cuando hacía mis primeras armas. Si en esos tiempos, a conciencia me hubiese llamado artista, indudablemente hubiese despertado la socarrona sonrisa que generan algunos jóvenes petulantes, que apenas enfrentados al mundo real, ya se creen especialmente escogidos por las Musas. Tal vez por un juego del destino, o simplemente por lo apocado de mi temperamento, no he tenido tiempo para esas nimiedades de falso orgullo. El reconocimiento tardó en llegar, y no surgió precisamente de mis allegados. Con paso lento pero constante, mi fama fue creciendo hasta trascender las fronteras. A decir verdad, creo que no cuadra el término fama, ya que cuando alguien consagra por completo su vida al arte, las loas sólo provienen del estrecho círculo de los entendidos y no de las masas. No obstante, esta aprobación por parte de los especialistas no melló mi habitual sencillez: sólo me proporcionó el sereno placer de ver los frutos logrados con sacrificio y esfuerzo. Los años de duro trabajo, de austera concentración, finalmente se vieron coronados por el éxito.
Posiblemente, el profano pueda ver un alarde de excentricidad en los excesivos recaudos que los artistas de mi género sabemos tomar antes de una ejecución. Estas acciones casi rituales, de solemne meticulosidad, suelen destacarse ante el lego más que la labor artística en sí misma. Aquel que no entiende de detalles puede ver la búsqueda de la perfección como rayana en la neurosis obsesiva. Sin embargo, aun el gesto más insignificante es parte de un todo: el delicado cuidado al escoger la ubicación; la obtención del silencio previo, con afán casi religioso, para alcanzar la serenidad de cuerpo y alma. Hasta la aparente frivolidad de la moda encierra un significante: suelo vestir trajes muy discretos, de sobria elegancia, pero cuyo corte me permite una total libertad de movimientos. Nada se improvisa cuando se requiere de una precisión casi matemática. La armonía física también juega un rol primordial. Debo preparar mis brazos, mis manos; lograr una respiración acompasada (pese a no ser intérprete de un instrumento de viento). El menor atisbo de tensión podría conducir al fracaso de la ejecución.
Amén de mi labor en sí, durante toda mi vida luché por desterrar el concepto del artista pobre y bohemio. Siempre me he preocupado por lograr una buena retribución. Veo en esto una cuestión ética, no sólo para conmigo, sino además por solidaridad hacia mis colegas. Parece incorporada al acervo popular la falacia que reza que “las grandes obras de arte surgen de la miseria”. Nada más alejado de la realidad. Si nos adentramos al papel que los artistas hemos jugado a lo largo de la historia, veríamos que Shakespeare escribió sus más célebres dramas bajo la protección Isabelina; Rafael pintó su Escuela de Atenas por encargo del papa Julio II; Haydn compuso la mayor parte de su obra con la serenidad económica que le otorgaba el mecenazgo del príncipe Esterhàzy, el Magnífico. Podría seguir citando ejemplos hasta el aburrimiento. Es por ello que jamás regateo mi cachet. Cuando al contratarme sugieren siquiera que mi precio es demasiado elevado, saludo con sincera cortesía y deshecho el trato. Los especialistas, que como he dicho, conocen mi calidad artística, mi responsabilidad, mi magno ejecutar, siempre acceden a pagarme el precio solicitado. Pero no es la retribución material lo que me impulsa a actuar; ella es sólo una justa consecuencia. Un artista debe luchar por su dignidad de vida pero esto no es lo más importante. No soy un mercenario. En verdad, más allá de toda retórica, debo confesar un sano ego; un orgullo íntimo, imposible de plasmar en palabras, que me embarga cuando logro una ejecución perfecta.
El jeque Ibrahim Ibn Al-Saig cayó pesadamente al salir del Parlamento, camino a la reunión cumbre. La bala de fragmentación de punta hueca penetró exactamente entre medio de sus dos cejas. El cuerpo de seguridad no atinó a moverse, ante la imposibilidad de descubrir de donde provino el disparo.
Mientras desarmaba mi fusil Mauser K 98 de limitada fabricación polaca, arma para algunos obsoleta pero en la cual hallo el encanto de las cosas artesanales, sonreí satisfecho. Me invadía la paz serena que sobreviene a toda labor bien cumplida. Nuevamente había logrado una ejecución perfecta.
Rosario, 1º de enero de 1999.
lunes, 21 de junio de 2010
AGRICULTURA Y CULTO EN LA ATENAS CLASICA
Austin y Vidal-Naquet sostienen que Hefesto, dios de la función técnica, cuya habilidad es bien famosa, sobre todo en Homero, a diferencia de los demás dioses es un ser deforme y cojo. Atenea, diosa que también destaca en Homero por sus funciones técnicas, por el contrario, no lo es. Para Detienne, la diosa es alguien que posee una inteligencia despierta y práctica, la méthis, que la lleva a labores técnicas vitales para el pueblo griego, como la construcción de navíos y la navegación misma. La idea no es del todo descabellada, dado que, como veremos, en tiempos arcaicos, existió una rivalidad entre Atenea y Poseidón por la eponimia de la pólis ateniense. Sin embargo, en este punto, debemos darle crédito a Pestalozza, cuando ve en Atenea, además de la virgen guerrera, una diosa protectora de las mujeres y de la agricultura.
[El autóctono Cécrops, que tenía cuerpo híbrido de hombre y serpiente, fue el primer rey del Ática, y a esta tierra denominada antes Acte, la llamó con su nombre, Cécropia. Se dice que en su época los dioses decidieron tomar posesión de las ciudades en las que cada uno habría de recibir honores. El primero en llegar al Ática fue Poseidón, quien dando un golpe con su tridente en el medio de la Acrópolis, hizo aparecer un mar agitado por el oleaje, aquel que actualmente es llamado Erechtheída. Luego de él, llegó Atenea, quien colocando a Cécrops como testigo de su posesión de la ciudad, plantó un olivo, que hasta nuestros días se encuentra en el monte del santuario de Pandrosío. Al surgir entre ambos dioses una disputa por el dominio de la región, Zeus los separó y designó jueces jueces; ellos no fueron, como algunos afirman, Cécrops y Cranaós, ni tampoco Erysíchthon, sino que fueron los doce dioses. Por su veredicto, el país fue otorgado a Atenea, pues según el testimonio de Cécrops, ella había sido la primera en plantar un olivo. Del nombre de Atenea deriva el propio de la pólis, Atenas. Poseidón, furioso, inundó la planicie de Thriásion, y sumergió al Ática bajo el mar.]
Heródoto destaca la vinculación que los atenienses encontraban entre sus mitos fundadores, su autoctonía y su superioridad sobre el bárbaro invasor persa. En un pasaje de su Historia, narra brevemente la disputa entre Atenea y Poseidón, pero poniendo especial énfasis en la capacidad del olivo para reverdecer, como símbolo de la imperecedera cultura ática
[Y voy a explicar por qué he hecho alusión a estos pormenores. En la Acrópolis de Atenas hay un templo dedicado a Erecteo (quien, según dicen, nació de la tierra), donde se encuentran un olivo y un pozo de agua salada que, de acuerdo con una tradición de origen ateniense, dejaron Poseidón y Atenea en testimonio de su disputa por el patronazgo de la región. Pues bien, resulta que dicho olivo fue presa, con el resto del santuario, del incendio provocado por los bárbaros. Sin embargo, un día después del incendio, cuando los atenienses comisionados por el monarca para ofrecer sacrificios subieron al santuario, comprobaron que del tronco había brotado un retoño de cerca de un codo. Eso es, en definitiva, lo que contaron esos sujetos.]
κἂν γλαῦκες βαδίζοντος αὐτοῦ ταράττωνται, [καὶ] εἴπας· Ἀθηνᾶ κρείττων, παρελθεῖν οὕτω.
[Si las lechuzas se alborotan a su paso, él pronuncia la fórmula incantatoria “Atenea es más fuerte”, y, tras esta cautela, sigue su camino.]
La clave para encontrar la relación entre los pueblos primitivos y su totem protector es prácticamente imposible de descifrar, pues responde a una complejísima clasificación entre los seres y las cosas, cuya clave relacional se ha perdido en el tiempo.
Paul Millet recuerda, en relación a este tópico, el célebre discurso de Lisias Sobre el tocón de olivo. Sostiene este autor que, a comienzos del siglo IV, existían en todo el ática tocones de olivo consagrados a la diosa Atenea. Estos “olivos sagrados”, presuntamente eran originarios del antiguo ejemplar de la Acrópolis, regalo de la misma diosa. La producción de aceite de estos árboles era regulada por unas normas complejas, pues su destino era premiar a los atletas que triunfaban en las panateneas. así, expone Aristóteles
συλλέγεται δὲ τὸ ἔλαιον ἀπὸ τῶν μοριῶν: εἰσπράττει δὲ τοὺς τὰ χωρία κεκτημένους ἐν οἷς αἱ μορίαι εἰσὶν ὁ ἄρχων, τρί᾽ ἡμικοτύλια ἀπὸ τοῦ στελέχους ἑκάστου. πρότερον δ᾽ ἐπώλει τὸν καρπὸν ἡ πόλις: καὶ εἴ τις ἐξορύξειεν ἐλαίαν μορίαν ἢ κατάξειεν, ἔκρινεν ἡ ἐξ Ἀρείου πάγου βουλή, καὶ εἴ του καταγνοίη, θανάτῳ τοῦτον ἐζημίουν. ἐξ οὗ δὲ τὸ ἔλαιον ὁ τὸ χωρίον κεͅκτημένος ἀποτίνει, ὁ μὲν νόμος ἔστιν, ἡ δὲ κρίσις καταλέλυται. τὸ δὲ ἔλαιον ἐκ τοῦ κτήματος, οὐκ ἀπὸ τῶν στελεχῶν ἐστι τῇ πόλει.
[El aceite se recoge de los olivos sagrados; el arconte lo exige como contribución a los poseedores de las tierras en que están los olivos, tres medios cótilos por cada tronco. Antes la ciudad vendía el fruto, y si alguien arrancaba un olivo sagrado o lo cortaba, le juzgaba el consejo del Areópago, y si lo condenaban, lo castigaban con la pena de muerte. Desde que el propietario del suelo paga el aceite, la ley persiste, pero el juicio ha desaparecido. Pues es el aceite de la finca, no el de los troncos, el que corresponde a la ciudad.]
Cada año, el consejo del Areópago recibía los informes de varios inspectores sobre el estado de los olivos de Atenea, e imponía multas a los granjeros que acercaban en exceso sus cultivos. Se protegía igualmente los tocones de árboles muertos, por si rebrotaban algún día. El agricultor de quien Lisias ejerció la defensa, fue acusado ante el Areópago de arrancar uno de estos tocones. La ley ática, como vimos, imponía, al menos en teoría, la pena de muerte. Entre las extensas argumentaciones que da Lisias sobre el caso, merece especial atención la que destaca que, siendo un tal acto impío le hubiera puesto a merced de sus esclavos, encargados del trabajo manual de desarraigar al tocón, hubiese hecho que ellos, con una delación, hubiesen podido ganar muy fácil la libertad.
πῶς δ᾽ οὐκ ἂν ἦ ἀθλιώτατος ἀνθρώπων ἁπάντων, εἰ τοὺς ἐμαυτοῦ θεράποντας μηκέτι δούλους ἔμελλον ἕξειν ἀλλὰ δεσπότας τὸν λοιπὸν βίον, τοιοῦτον ἔργον συνειδότας; ὥστε εἰ καὶ τὰ μέγιστα εἰς ἐμὲ ἐξημάρτανον, οὐκ ἂν οἷόν τε ἦν δίκην με παρ᾽ αὐτῶν λαμβάνειν: εὖ γὰρ ἂν ᾔδη1 ὅτι ἐπ᾽ ἐκείνοις ἦν καὶ ἐμὲ τιμωρήσασθαι καὶ αὐτοῖς μηνύσασιν ἐλευθέροις γενέσθαι.
[Y, seguramente, hubiese sido el hombre más desgraciado si mis propios esclavos hubiesen pasado a ser mis amos. Si ellos hubiesen sido testigos de mi acción, por mucho que me ofendieran, yo no podría haberlos castigado, siendo plenamente consciente que estaba en su poder. Ellos podrían cobrar inmediata venganza sobre mí, ganando su libertad por delatarme]
Es indudable que Aristófanes otorga a Strepsíades características histriónicas muy particulares, pero, más allá del objetivo cómico espléndidamente logrado, este personaje representa a toda una clase social. Como todo personaje tipo de comedia, encarna un universal con su status quo perfectamente definido.
Strepsíades es un hombre orgulloso de su trabajo y, fundamentalmente, de su condición social. Es perfectamente comprensible que un hombre como él se mantuviese apartado de toda reflexión filosófica, y que Aristófanes juegue con su torpeza al respecto. El campesino del Ática, que trabajaba su tierra con ayuda de algunos esclavos (con quienes realizaba las tareas a la par), era una persona enteramente práctica. Su propia labor no aparece como un oficio. La tierra misma, sin disfraces ni falsas seducciones, es la que entrega al labriego todos sus secretos.
Al orgullo por el trabajo, debe sumarse al agricultor su buen temple para la guerra, producto de la dura tarea rural, en oposición al artesano, más habituado a la comodidad de su taller que a la vida al aire libre. El trabajo a la intemperie fortalece el cuerpo para las lides de Ares. Aristófanes parece darnos a entender que Strepsíades participó, bajo el mando de Pericles, en la campaña contra Eubea.
Μαθητής
ὡς τοῦτ᾽ ἀληθῶς Ἀττικὸν τὸ χωρίον.
Στρεψιάδης
καὶ ποῦ Κικυννῆς εἰσὶν οὑμοὶ δημόται;
Μαθητής
ἐνταῦθ᾽ ἔνεισιν. ἡ δέ γ᾽ Εὔβοἰ, ὡς ὁρᾷς,
ἡδὶ παρατέταται μακρὰ πόρρω πάνυ.
Στρεψιάδης
οἶδ᾽: ὑπὸ γὰρ ἡμῶν παρετάθη καὶ Περικλέους.
[Discípulo
Te aseguro que esto es la región del Ática
Strepsíades
¿Y dónde están mis vecinos, del demo de Cicina?
Discípulo
Aquí los tienes. Y esta de aquí es Eubea. Como ves, se extiende a lo largo de una gran distancia
Strepsíades
Lo sé: la estiramos nosotros y Pericles.]
MARTIN BUBER: HUMANISMO Y SOCIEDAD
I. Introducción
La primera posguerra es un período de profunda crítica a todo movimiento humanista, ya que las más veces se identifica el término con el "humanismo liberal y burgués". Así, por ejemplo, vemos esta identificación y, por consiguiente, un posicionamiento escéptico tanto en la Escuela de Frankfurt, como en el Estructuralismo. Esta última corriente ve a la historia como una manifestación superficial de estructuras profundas, las cuales no son creadas por los hombres, sino que llevan a los hombres. En medio de estas tensiones, cuando todo parece estar dicho sobre esta temática, surge la figura de Martin Buber.
II. Martin Buber, el hombre
Señalábamos en el punto I. el escepticismo reinante entre los integrantes de la primera Escuela de Frankfurt hacia la tradición humanística (la excepción puede constituirla Benjamin, en su intento de injertar dentro de un marxismo postsoreliano elementos de mística judía neomesiánica). El pensamiento social de la Escuela de Frankfurt orbita alrededor del marxismo científico, alejado de las especulaciones partidarias y fuertemente apoyado en la dialéctica hegeliana-marxiana. Los estudios interdisciplinarios no estarán excluidos de la labor de la primera Escuela, principalmente a partir de la dirección de Max Horkheimer. Buber, por su parte, no adhiere a esta corriente marxista, sino que orienta su pensamiento social hacia un socialismo utópico y ético, donde las tradiciones bíblicas no se vean desplazadas.
Posiblemente Martin Buber y los pensadores de la Escuela de Frankfurt, más allá de coincidir en un mismo punto geográfico, estén separados desde la génesis misma de esta última. Es significativo que en 1922, año en que Félix Weil organiza las Primeras Semanas de Trabajos Marxistas, de donde surge el movimiento frankfurtiano, Buber publica Yo y Tú, la presentación seminal de la Filosofía del Diálogo que domina su pensamiento.
Las "palabras fundamentales" presentan siempre una dualidad, desde que están formadas por pares de vocablos. Una palabra primordial es la que está constituida por el par "Yo-Tú". Otra, es la que forma el par "Yo-ello" (o él, o ella). La palabra miembro (el término nos pertenece) Yo de "Yo-Tú", difiere de Yo de "Yo-ello".
Las palabras primordiales no son cosas, sino que implican relaciones. Las mismas son pronunciadas desde el Ser. La palabra primordial "Yo-Tú", sólo puede ser pronunciada desde el Ser entero. Contrariamente, la palabra fundamental "Yo-ello" jamás puede ser pronunciada desde el Ser entero.
El reino del ello puede delimitarse a partir de las siguientes sensaciones:
Experimento algo
Imagino algo
Quiero algo
Siento algo
Pienso algo
El reino del Tú tiene una base diferente. Cuando se dice Tú, quien lo dice no tiene ninguna cosa como su objeto: Tú no tiene confines.
El hombre que tiene experiencia de las cosas, no participa en absoluto del mundo, dado que la experiencia surge en él, y no entre él y el mundo. El mundo no tiene parte en la experiencia porque se deja experimentar pero no compromete su interés. Es por esto que el mundo pertenece a la palabra primordial "Yo-ello", que objetivamente señala la órbita de la experiencia, mientras que "Yo-Tú" marca el mundo de la relación. Comprendemos las diferencias sustanciales entre las palabras fundamentales "Yo-Tú" y "Yo-ello" al concientizar los diferentes niveles en los cuales se mueve cada una. La experiencia de la relación "Yo-ello" necesariamente debe producirse dentro del contexto del espacio y del tiempo. "Yo-Tú", en cambio, debe trascender hacia otro contexto último, el del Tú Eterno.
El contacto con el Tú marca una esfera de realización, que desemboca en la totalidad del Ser. La vida verdadera es, en definitiva, encuentro, por lo tanto, cada Tú particular (en cuyo contacto el Yo se realiza) abre una perspectiva sobre el Tú Eterno.
Cada ser humano acarrea consigo la tragedia de tener que convertirse, en este mundo signado por lo material, en un ello. Pero, mientras vivamos en el mundo, la relación "Yo-ello" (que en principio no es mala) no puede evitarse. La solución a este estado de tensión consiste en volver nuestra mirada hacia el Tú que esencialmente nunca puede llegar a ser ello: el Tú Eterno. Todos los nombres de Dios son santificados. Al pronunciarlos, no sólo hablamos de Él, sino que también Le hablamos. Aunque Dios, como Tú Eterno, carece de límites y de medidas, y es completamente extraño al ello, la relación de los hombres con Él ha sufrido una transformación no siempre positiva a través de la historia. Así, los himnos de alabanza bíblicos y talmúdicos marcaban la necesidad del ser humano de invocar y relacionarse con el Tú Eterno. Pero, al intentar intelectualizar la Esencia de Dios, en lugar de dirigirnos a Él, reflexionamos sobre Él. Aunque Dios jamás pueda transformarse en ello, es cada vez más frecuente que, desde una perspectiva pseudo racional, lo veamos como tal. He aquí la base de otra de las obras fundamentales para comprender el humanismo teológico de Martin Buber: Eclipse de Dios.
IV. Eclipse de Dios (1952)
La época de escepticismo de mediados del siglo XX, pletórica de especulaciones existencialistas, parece dar la razón a pensadores como Nietsczche acerca de "la muerte de Dios". En el otro extremo, está el intento de huir del mundo para alcanzar momentos privados de unión mística con Dios. Pero Dios no se encuentra en ninguno de estos extremos. Dios se halla en el mundo social, con sus demandas sociales y sus deberes éticos precisos. A primera vista esta perspectiva puede resultar contradictoria con la crítica del intento del mundo de transformar a Dios en ello expuesto en el punto anterior. Sin embargo, insistimos sobre la naturaleza intrínseca de Dios, sin límites ni medidas, completamente extraño al ello. No obstante, las doctrinas místicas, la revelación, caen en el ámbito del Yo-ello. Las revelaciones bíblicas tienen que ver más con nuestra vida cotidiana que con la trascendencia atemporal. Son respuestas que el antiguo Israel dio al Tú Eterno en el momento en que el pueblo de la Alianza llega a reconocerse como nación santa. Buber encuentra la respuesta en su particular interpretación del movimiento jasídico, tal como lo hiciera anteriormente en Los Libros de los Jasidim (1928) e Interpretación del Jasidismo (1935). Dios está en el aquí y ahora, en todas las cosas. No importa profesar una religión particular tanto como vencer el ambiente de indiferencia y hostilidad al cual nos lleva esta época de Eclipse de Dios. Como señala en Sobre la Biblia (edición inglesa póstuma, 1968),
La creación del mundo es justicia, no una justicia recompensante y compensadora, sino distributiva y dispensadora. Dios el Creador otorga a cada cual lo que le pertenece, a cada cosa un ser, en tanto en cuanto le permite llegar a ser completamente sí mismo ... la justicia divina ... da a cada uno lo que es.
V. Caminos de Utopía (1950)
Luego de la exposición histórica, Buber expone la crisis social de los tiempos que le toca vivir, en el capítulo XI de la obra, titulado justamente En la crisis. Esta crisis tiene su origen a inicios de la década de 1920. El hombre domina la naturaleza, pero pierde la referencia social. No siente el reconocimiento de la sociedad en que vive.
La visión del dominio técnico expuesto por Buber encuentra su antecedente (aunque no citado por el autor) en el Protágoras de Platón. En este diálogo, el sofista de Abdera encuentra los orígenes mismos de la sociedad en la división del trabajo, justificando la inclusión en los asuntos públicos de las opiniones de un herrero o de un zapatero (324c). El mito de Prometeo en Platón expresa una concepción muy elaborada de la técnica como función social. No debe sorprendernos, dado que en esta época, la técnica en todos sus dominios es grande. Buber combina esta concepción Platónica (o Protagórica) con la visión que de sociedad y comunidad posee Émile Durkheim. En su tesis doctoral De la división del trabajo social (1893), Durkheim marca el paso de la comunidad hacia la sociedad como una consecuencia propia de la división del trabajo. En una comunidad, todos los individuos que la integran realizan todos los trabajos necesarios para la subsistencia de la misma. Cuando se pasa a la sociedad, en cambio, cada individuo se especializa en un tipo de trabajo en particular. Nuevamente la existencia misma de la sociedad como tal encuentra su fundamento en la división del trabajo.
Sobre los antecedentes expuestos elabora Buber su propio análisis de la crisis social, y las eventuales soluciones. En cada clan, cada persona es reconocida. En la sociedad, el hombre se encuentra alienado. Gran culpa de esta despersonalización la tienen los principios políticos centralistas, que subyugan al principio social descentralizado. El Estado, tal como lo conocemos, se muestra ineficaz para afrontar una solución. A partir del principio de la representatividad, en la práctica, son muy pocos aquellos que verdaderamente ejercen el poder. Esta visión, medio siglo después, conserva una vigencia extraordinaria. El socialismo, en tanto se pliega a los mecanismos del Estado, no constituye tampoco una solución. Buber marca una salida para esta crisis: volver a la comunidad y, desde este mismo punto de partida, respetar a la colectividad. Esto es, una sociedad en la cual no sólo cada individuo es reconocido como tal, sino que también la integración del mismo en el todo proviene de su inserción dentro de comunas de diversa índole, plenamente identificadas y respetadas. Nuevamente, Buber marcará el rumbo a seguir a los movimientos kibbutzim, esta vez en la posguerra.
VII. Bibliografía
VII.1. Fuentes Primarias
Obras de Martin Buber referidas:
Yo y Tú (1922).
Los Libros de los Jasidim (1928).
Interpretación del Jasidismo (1935).
Moisés (1948).
Caminos de Utopía (1950).
Eclipse de Dios (1952).
Sobre la Biblia (edición póstuma 1968).
VII.2. Fuentes Secundarias
BENJAMIN, Walter, Para una crítica de la violencia, traducción de Roberto J. Blatt, Madrid, Taurus, 1991.
DERRIDA, Jacques, "Nombre de pila de Benjamin", en Fuerza de ley, traducción de Patricio Peñalver Gómez, Madrid, Tecnos, 1997.
DURKHEIM, Émile David, La división del trabajo social, traducción de Carlos G. Posada, Barcelona, Planeta-De Agostini, 1985.
HELLER, Ágnes, Más allá de la Justicia, traducción de Jorge Vigil, Barcelona, Crítica, 1990.
PLATO, "Protágoras", en Diálogos, traducción de Carlos García Gual, Madrid, Gredos, 1981, t. I.
SELTZER, Robert M., Introducción a Martin Buber, Eclipse de Dios, traducción de Luis Fabricant, México, Fondo de Cultura Económica, 1993.
VERNANT, Jean -Pierre, "El trabajo y el pensamiento técnico", en Mito y pensamiento en la Grecia antigua, traducción de Juan D. López Bonillo, Barcelona, Ariel, 1983.