Luis Antonio Rateni
Respecto a la consideración tenida hacia el trabajo en general, y el campesinado en particular, las opiniones de diversos autores son muy eclécticas. Podemos observar que para Platón, los labradores y artesanos son una clase inferior a la de los gobernantes y guardianes. Son hombres de hierro y bronce, frente a los argénteos guardianes y a los áureos gobernantes, por ende, las tareas que realizan, aunque necesarias, tiene menor trascendencia frente a las ejecutadas por las otras dos clases aventajadas. Aristóteles, por su parte, considera en la Política que la virtud del ciudadano no habrá de decirse de todos, ni siquiera de los libres solamente, sino de los que estén exentos de los trabajos necesarios. Quienes realizan estos trabajos para uno solo son esclavos, mientras que quienes sirven a la comunidad son obreros y thétes.
Sin embargo, más allá de las precedentes perspectivas, en el plano fáctico la agricultura gozaba de un status superior al de otros trabajos. Tal consideración estaba directamente ligada al rol preponderante que esta actividad ocupó durante el nacimiento de la polis. En efecto, desde la desaparición de la civilización micénica, el comercio marítimo había quedado en manos de los fenicios, por lo cual la agricultura se convirtió en la base económica de las comunidades griegas de los siglos oscuros.
Austin y Vidal-Naquet sostienen que Hefesto, dios de la función técnica, cuya habilidad es bien famosa, sobre todo en Homero, a diferencia de los demás dioses es un ser deforme y cojo. Atenea, diosa que también destaca en Homero por sus funciones técnicas, por el contrario, no lo es. Para Detienne, la diosa es alguien que posee una inteligencia despierta y práctica, la méthis, que la lleva a labores técnicas vitales para el pueblo griego, como la construcción de navíos y la navegación misma. La idea no es del todo descabellada, dado que, como veremos, en tiempos arcaicos, existió una rivalidad entre Atenea y Poseidón por la eponimia de la pólis ateniense. Sin embargo, en este punto, debemos darle crédito a Pestalozza, cuando ve en Atenea, además de la virgen guerrera, una diosa protectora de las mujeres y de la agricultura.
Austin y Vidal-Naquet sostienen que Hefesto, dios de la función técnica, cuya habilidad es bien famosa, sobre todo en Homero, a diferencia de los demás dioses es un ser deforme y cojo. Atenea, diosa que también destaca en Homero por sus funciones técnicas, por el contrario, no lo es. Para Detienne, la diosa es alguien que posee una inteligencia despierta y práctica, la méthis, que la lleva a labores técnicas vitales para el pueblo griego, como la construcción de navíos y la navegación misma. La idea no es del todo descabellada, dado que, como veremos, en tiempos arcaicos, existió una rivalidad entre Atenea y Poseidón por la eponimia de la pólis ateniense. Sin embargo, en este punto, debemos darle crédito a Pestalozza, cuando ve en Atenea, además de la virgen guerrera, una diosa protectora de las mujeres y de la agricultura.
El olivo está plenamente identificado con Atenea y con la fundación mítica de Atenas. Los atenienses atribuyeron el establecimiento del matrimonio a Cécrope, Cécrops o Kékrops (Κέκροψ), su primer rey y padre ancestral. Su forma fue, originalmente, la de una serpiente nacida de la Tierra. He aquí la primera aparición del elemento “serpiente”. Aunque William Blake Tyrrell ve en ello la figura de la inmortalidad a partir del cambio de piel del ofidio, no es difícil vislumbrar en la figura del mítico rey al símbolo del Ouroboros. En un nivel esotérico, el Ouroboros alude a la naturaleza encadenada o a la materia informe. También alude al movimiento perpetuo y a los procesos de circulación. Después de que se olvidó el significado de la forma de serpiente, Cécrope apareció como humano de la cintura hacia arriba, y serpentino debajo, pasando a ser su forma reptílica un recordatorio de los antiguos seres primordiales brotados de la tierra.
En los lejanos tiempos de los timai entre los inmortales, cada dios aceptaba recibir su lote de honores entre los mortales, y las ciudades de los hombres eran la apuesta de las luchas. En Atenas se enfrentaron Atenea y Poseidón. El hijo de Cronos fue el primero en llegar al Ática, haciendo brotar un mar, el Érechtheis, de un pozo de la Acrópolis. A posteriori, por orden de Atenea, el olivo brotó de la roca sagrada.
[Γ 14,1] Κέκροψ αὐτόχθων, συμφυὲς ἔχων σῶμα ἀνδρὸς καὶ δράκοντος, τῆς Ἀττικῆς ἐβασίλευσε πρῶτος, καὶ τὴν γῆν πρότερον λεγομένην Ἀκτὴν ἀφ᾽ ἑαυτοῦ Κεκροπίαν ὠνόμασεν. ἐπὶ τούτου, φασίν, ἔδοξε τοῖς θεοῖς πόλεις καταλαβέσθαι, ἐν αἷς ἔμελλον ἔχειν τιμὰς ἰδίας ἕκαστος. ἧκεν οὖν πρῶτος Ποσειδῶν ἐπὶ τὴν Ἀττικήν, καὶ πλήξας τῇ τριαίνῃ κατὰ μέσην τὴν ἀκρόπολιν ἀπέφηνε θάλασσαν, ἣν νῦν Ἐρεχθηίδα καλοῦσι. μετὰ δὲ τοῦτον ἧκεν Ἀθηνᾶ, καὶ ποιησαμένη τῆς καταλήψεως Κέκροπα μάρτυρα ἐφύτευσεν ἐλαίαν, ἣ νῦν ἐν τῷ Πανδροσείῳ δείκνυται. γενομένης δὲ ἔριδος ἀμφοῖν περὶ τῆς χώρας, διαλύσας Ζεὺς κριτὰς ἔδωκεν, οὐχ ὡς εἶπόν τινες, Κέκροπα καὶ Κραναόν, οὐδὲ Ἐρυσίχθονα, θεοὺς δὲ τοὺς δώδεκα. καὶ τούτων δικαζόντων ἡ χώρα τῆς Ἀθηνᾶς ἐκρίθη, Κέκροπος μαρτυρήσαντος ὅτι πρώτη τὴν ἐλαίαν ἐφύτευσεν. Ἀθηνᾶ μὲν οὖν ἀφ᾽ ἑαυτῆς τὴν πόλιν ἐκάλεσεν Ἀθήνας, Ποσειδῶν δὲ θυμῷ ὀργισθεὶς τὸ Θριάσιον πεδίον ἐπέκλυσε καὶ τὴν Ἀττικὴν ὕφαλον ἐποίησε.
[El autóctono Cécrops, que tenía cuerpo híbrido de hombre y serpiente, fue el primer rey del Ática, y a esta tierra denominada antes Acte, la llamó con su nombre, Cécropia. Se dice que en su época los dioses decidieron tomar posesión de las ciudades en las que cada uno habría de recibir honores. El primero en llegar al Ática fue Poseidón, quien dando un golpe con su tridente en el medio de la Acrópolis, hizo aparecer un mar agitado por el oleaje, aquel que actualmente es llamado Erechtheída. Luego de él, llegó Atenea, quien colocando a Cécrops como testigo de su posesión de la ciudad, plantó un olivo, que hasta nuestros días se encuentra en el monte del santuario de Pandrosío. Al surgir entre ambos dioses una disputa por el dominio de la región, Zeus los separó y designó jueces jueces; ellos no fueron, como algunos afirman, Cécrops y Cranaós, ni tampoco Erysíchthon, sino que fueron los doce dioses. Por su veredicto, el país fue otorgado a Atenea, pues según el testimonio de Cécrops, ella había sido la primera en plantar un olivo. Del nombre de Atenea deriva el propio de la pólis, Atenas. Poseidón, furioso, inundó la planicie de Thriásion, y sumergió al Ática bajo el mar.]
[El autóctono Cécrops, que tenía cuerpo híbrido de hombre y serpiente, fue el primer rey del Ática, y a esta tierra denominada antes Acte, la llamó con su nombre, Cécropia. Se dice que en su época los dioses decidieron tomar posesión de las ciudades en las que cada uno habría de recibir honores. El primero en llegar al Ática fue Poseidón, quien dando un golpe con su tridente en el medio de la Acrópolis, hizo aparecer un mar agitado por el oleaje, aquel que actualmente es llamado Erechtheída. Luego de él, llegó Atenea, quien colocando a Cécrops como testigo de su posesión de la ciudad, plantó un olivo, que hasta nuestros días se encuentra en el monte del santuario de Pandrosío. Al surgir entre ambos dioses una disputa por el dominio de la región, Zeus los separó y designó jueces jueces; ellos no fueron, como algunos afirman, Cécrops y Cranaós, ni tampoco Erysíchthon, sino que fueron los doce dioses. Por su veredicto, el país fue otorgado a Atenea, pues según el testimonio de Cécrops, ella había sido la primera en plantar un olivo. Del nombre de Atenea deriva el propio de la pólis, Atenas. Poseidón, furioso, inundó la planicie de Thriásion, y sumergió al Ática bajo el mar.]
El erudito romano Varrón, narra el mito de Cécrops para explicar cómo recibió su nombre la pólis ateniense. Cuando Cécrops era rey, dice Varrón, súbitamente aparecieron en la Acrópolis un olivo y una fuente. El rey, alarmado, súbitamente consultó al oráculo de Apolo, en Delfos. Apolo le dijo que el olivo era el signo de Atenea, y la fuente el de Poseidón, y que al pueblo le tocaba decidir a qué dios preferían como deidad epónima y tutelar de la ciudad. La historia era aun recordada en tiempos de los Padres de la Iglesia Latina. Aunque hoy el texto original de Varrón esté perdido, el relato conjuntamente con sus conclusiones fue recogido por Agustín de Hipona en De civitate Dei
Nam ut Athenae uocarentur, quod certe nomen a Minerua est, quae Graece Athena dicitur, hanc causam Varro indicat. Cum apparuisset illic repente oliuae arbor et alio loco aqua erupisset, regem prodigia ista mouerunt, et misit ad Apollinem Delphicum sciscitatum quid intellegendum esset quidue faciendum. Ille respondit, quod olea Mineruam significaret, unda Neptunum, et quod esset in ciuium potestate, ex cuius potius nomine duorum deorum, quorum illa signa essent, ciuitas uocaretur. Isto Cecrops oraculo accepto ciues omnes utriusque sexus (mos enim tunc in eisdem locis erat, ut etiam feminae publicis consultationibus interessent) ad ferendum suffragium conuocauit. Consulta igitur multitudine mares pro Neptuno, feminae pro Minerua tulere sententias, et quia una plus inuenta est feminarum, Minerua uicit. Tum Neptunus iratus marinis fluctibus exaestuantibus terras Atheniensium populatus est; quoniam spargere latius quaslibet aquas difficile daemonibus non est. Cuius ut iracundia placaretur, triplici supplicio dicit idem auctor ab Atheniensibus affectas esse mulieres, ut nulla ulterius ferrent suffragia, ut nullus nascentium maternum nomen acciperet, ut ne quis eas Athenaeas uocaret. Ita illa ciuitas, mater aut nutrix liberalium doctrinarum et tot tantorumque philosophorum, qua nihil habuit Graecia clarius atque nobilius, ludificantibus daemonibus de lite deorum suorum, maris et feminae, et de uictoria per feminas feminae Athenas nomen accepit, et a uicto laesa ipsam uictricis uictoriam punire compulsa est, plus aquas Neptuni quam Mineruae arma formidans. Nam in mulieribus, quae sic punitae sunt, et Minerua quae uicerat uicta est; nec adfuit suffragatricibus suis, ut suffragiorum deinceps perdita potestate et alienatis filiis a nominibus matrum Athenaeas saltem uocari liceret et eius deae mereri uocabulum, quam uiri dei uictricem fecerant ferendo suffragium. Quae et quanta hinc dici possent, nisi sermo ad alia properaret!
[Para explicar que se llamase Atenas, que es nombre efectivamente tomado de Minerva, la cual en griego se llama Atenas, apunta Varrón esta causa: habiéndose descubierto allí de improviso el árbol del olivo, y habiendo brotado en otra parte el agua, turbado el rey con estos prodigios, envió a consultar a Apolo Délfico qué debía entenderse por aquellos fenómenos, o qué se había de hacer. El oráculo respondió que el olivo significaba a Minerva, y el agua a Neptuno, y que estaba en manos de los ciudadanos el llamar aquella ciudad con el nombre que quisiesen de aquellos dos dioses, cuyas insignias eran aquéllas. Cécrops, recibido este oráculo, convocó para que dieran su voto a todos los ciudadanos de ambos sexos, por ser entonces costumbre en aquellos países que se hallasen también las mujeres en las consultas y juntas públicas. Consultada, pues, la multitud popular, los hombres votaron por Neptuno, y las mujeres por Minerva; y hallándose un voto más en las mujeres, venció Minerva. Enojado con esto Neptuno, hizo crecer las olas del mar e inundó y destruyó los campos de los atenienses; porque no es difícil a los demonios el derramar y esparcir algo más de lo regular las aguas. Para templar su enojo, dice este mismo autor que los atenienses castigaron a las mujeres con tres penas: la primera, que desde entonces no diesen ya su sufragio en los públicos congresos; la segunda, que ninguno de sus hijos tomase el nombre de la madre, y la tercera, que nadie las llamase ateneas. Y así aquella ciudad, madre de las artes liberales y de tantos y tan célebres filósofos, que fue la más insigne e ilustre que tuvo Grecia, embelecada y seducida por los demonios con la contienda de dos de sus dioses, el uno varón y la otra hembra, por una parte, a causa de la victoria que alcanzaron las mujeres, consiguió nombre mujeril de Atenas, y por otra, ofendida por el dios vencido, fue compelida a castigar la misma victoria de la diosa vencedora, temiendo más las aguas de Neptuno que las armas de Minerva. Porque en las mujeres así castigadas también fue vencida Minerva, hasta el punto de no poder favorecer a las que habían votado en su favor para que, ya que habían perdido la potestad de poder votar en lo sucesivo, y veían excluidos los hijos de los nombres de mis madres, pudiesen éstas siquiera llamarse ateneas, y merecer el nombre de aquella diosa a quien ellas hicieron vencedora, con sus votos, contra un dios varón. De donde se deja conocer bien cuántas cosas pudiéramos decir aquí y cuán grandes, si la pluma no nos llevara de prisa a otros asuntos.]
La zona mediterránea constituye una sola “región climática”, caracterizada por lluvias de invierno y largas sequías de verano, por suelos delgados y agricultura de temporal, en contraste con la agricultura de regadío en que se basó gran parte de la economía del Medio Oriente. El omnipresente olivo, principal proveedor de grasa comestible, del mejor jabón y de combustible para la iluminación, es una clave esencial para el estilo de vida mediterráneo. El olivo florece aun durante la sequía del verano. Pero, aunque no exige un trabajo intensivo, requiere tiempo y atención, ya que no produce durante sus primeros diez o doce años. Es el símbolo de la existencia sedentaria, dada su longevidad. El Ática no era lugar para pueblos nómades.
Heródoto destaca la vinculación que los atenienses encontraban entre sus mitos fundadores, su autoctonía y su superioridad sobre el bárbaro invasor persa. En un pasaje de su Historia, narra brevemente la disputa entre Atenea y Poseidón, pero poniendo especial énfasis en la capacidad del olivo para reverdecer, como símbolo de la imperecedera cultura ática
Heródoto destaca la vinculación que los atenienses encontraban entre sus mitos fundadores, su autoctonía y su superioridad sobre el bárbaro invasor persa. En un pasaje de su Historia, narra brevemente la disputa entre Atenea y Poseidón, pero poniendo especial énfasis en la capacidad del olivo para reverdecer, como símbolo de la imperecedera cultura ática
τοῦ δὲ εἵνεκεν τούτων ἐπεμνήσθην, φράσω. ἔστι ἐν τῇ ἀκροπόλι ταύτῃ Ἐρεχθέος τοῦ γηγενέος λεγομένου εἶναι νηός, ἐν τῷ ἐλαίη τε καὶ θάλασσα ἔνι, τὰ λόγος παρὰ Ἀθηναίων Ποσειδέωνά τε καὶ Ἀθηναίην ἐρίσαντας περὶ τῆς χώρης μαρτύρια θέσθαι. ταύτην ὦν τὴν ἐλαίην ἅμα τῷ ἄλλῳ ἱρῷ κατέλαβε ἐμπρησθῆναι ὑπὸ τῶν βαρβάρων· δευτέρῃ δὲ ἡμέρῃ ἀπὸ τῆς ἐμπρήσιος Ἀθηναίων οἱ θύειν ὑπὸ βασιλέος κελευόμενοι ὡς ἀνέβησαν ἐς τὸ ἱρόν, ὥρων βλαστὸν ἐκ τοῦ στελέχεος ὅσον τε πηχυαῖον ἀναδεδραμηκότα. οὗτοι μέν νυν ταῦτα ἔφρασαν.
[Y voy a explicar por qué he hecho alusión a estos pormenores. En la Acrópolis de Atenas hay un templo dedicado a Erecteo (quien, según dicen, nació de la tierra), donde se encuentran un olivo y un pozo de agua salada que, de acuerdo con una tradición de origen ateniense, dejaron Poseidón y Atenea en testimonio de su disputa por el patronazgo de la región. Pues bien, resulta que dicho olivo fue presa, con el resto del santuario, del incendio provocado por los bárbaros. Sin embargo, un día después del incendio, cuando los atenienses comisionados por el monarca para ofrecer sacrificios subieron al santuario, comprobaron que del tronco había brotado un retoño de cerca de un codo. Eso es, en definitiva, lo que contaron esos sujetos.]
[Y voy a explicar por qué he hecho alusión a estos pormenores. En la Acrópolis de Atenas hay un templo dedicado a Erecteo (quien, según dicen, nació de la tierra), donde se encuentran un olivo y un pozo de agua salada que, de acuerdo con una tradición de origen ateniense, dejaron Poseidón y Atenea en testimonio de su disputa por el patronazgo de la región. Pues bien, resulta que dicho olivo fue presa, con el resto del santuario, del incendio provocado por los bárbaros. Sin embargo, un día después del incendio, cuando los atenienses comisionados por el monarca para ofrecer sacrificios subieron al santuario, comprobaron que del tronco había brotado un retoño de cerca de un codo. Eso es, en definitiva, lo que contaron esos sujetos.]
Atenea fue enteramente absorbida dentro del Panteón olímpico: se convirtió en la hija de Zeus, la protectora armada de la ciudad, la dispensadora de la sabiduría de la pólis. Pero su lechuza nos recuerda su origen como diosa de la naturaleza y no como diosa tribal. En sus orígenes, es más que probable que Atenea no haya sido γλαυκῶπις, “la de los ojos de lechuza”, como lo señala el común epíteto homérico, sino, simplemente, la lechuza como animal totémico. No obstante ello, Martin Persson Nilsson sostiene que Atenea era en Homero la diosa personal y tutelar de los héroes. Esto tendría su origen en la cultura micénica, donde la diosa era quien protegía la persona del rey. En cuanto a su identificación con un elemento de la naturaleza, no sería el elemento más importante la lechuza, sino la serpiente, típico de las deidades domésticas, v. gr. en Creta: debajo del escudo de la estatua de Atenea realizada por Fidias se enroscaba una gran serpiente. Otra aparición transversal del elemento “serpiente”.
Un indicio de la identificación de Atenea con el elemento “lechuza” lo encontramos en Teofrasto, cuando describe ciertas cuestiones vinculadas a la superstición, o más correctamente, a los supersticiosos
κἂν γλαῦκες βαδίζοντος αὐτοῦ ταράττωνται, [καὶ] εἴπας· Ἀθηνᾶ κρείττων, παρελθεῖν οὕτω.
[Si las lechuzas se alborotan a su paso, él pronuncia la fórmula incantatoria “Atenea es más fuerte”, y, tras esta cautela, sigue su camino.]
La clave para encontrar la relación entre los pueblos primitivos y su totem protector es prácticamente imposible de descifrar, pues responde a una complejísima clasificación entre los seres y las cosas, cuya clave relacional se ha perdido en el tiempo.
Paul Millet recuerda, en relación a este tópico, el célebre discurso de Lisias Sobre el tocón de olivo. Sostiene este autor que, a comienzos del siglo IV, existían en todo el ática tocones de olivo consagrados a la diosa Atenea. Estos “olivos sagrados”, presuntamente eran originarios del antiguo ejemplar de la Acrópolis, regalo de la misma diosa. La producción de aceite de estos árboles era regulada por unas normas complejas, pues su destino era premiar a los atletas que triunfaban en las panateneas. así, expone Aristóteles
συλλέγεται δὲ τὸ ἔλαιον ἀπὸ τῶν μοριῶν: εἰσπράττει δὲ τοὺς τὰ χωρία κεκτημένους ἐν οἷς αἱ μορίαι εἰσὶν ὁ ἄρχων, τρί᾽ ἡμικοτύλια ἀπὸ τοῦ στελέχους ἑκάστου. πρότερον δ᾽ ἐπώλει τὸν καρπὸν ἡ πόλις: καὶ εἴ τις ἐξορύξειεν ἐλαίαν μορίαν ἢ κατάξειεν, ἔκρινεν ἡ ἐξ Ἀρείου πάγου βουλή, καὶ εἴ του καταγνοίη, θανάτῳ τοῦτον ἐζημίουν. ἐξ οὗ δὲ τὸ ἔλαιον ὁ τὸ χωρίον κεͅκτημένος ἀποτίνει, ὁ μὲν νόμος ἔστιν, ἡ δὲ κρίσις καταλέλυται. τὸ δὲ ἔλαιον ἐκ τοῦ κτήματος, οὐκ ἀπὸ τῶν στελεχῶν ἐστι τῇ πόλει.
[El aceite se recoge de los olivos sagrados; el arconte lo exige como contribución a los poseedores de las tierras en que están los olivos, tres medios cótilos por cada tronco. Antes la ciudad vendía el fruto, y si alguien arrancaba un olivo sagrado o lo cortaba, le juzgaba el consejo del Areópago, y si lo condenaban, lo castigaban con la pena de muerte. Desde que el propietario del suelo paga el aceite, la ley persiste, pero el juicio ha desaparecido. Pues es el aceite de la finca, no el de los troncos, el que corresponde a la ciudad.]
Cada año, el consejo del Areópago recibía los informes de varios inspectores sobre el estado de los olivos de Atenea, e imponía multas a los granjeros que acercaban en exceso sus cultivos. Se protegía igualmente los tocones de árboles muertos, por si rebrotaban algún día. El agricultor de quien Lisias ejerció la defensa, fue acusado ante el Areópago de arrancar uno de estos tocones. La ley ática, como vimos, imponía, al menos en teoría, la pena de muerte. Entre las extensas argumentaciones que da Lisias sobre el caso, merece especial atención la que destaca que, siendo un tal acto impío le hubiera puesto a merced de sus esclavos, encargados del trabajo manual de desarraigar al tocón, hubiese hecho que ellos, con una delación, hubiesen podido ganar muy fácil la libertad.
πῶς δ᾽ οὐκ ἂν ἦ ἀθλιώτατος ἀνθρώπων ἁπάντων, εἰ τοὺς ἐμαυτοῦ θεράποντας μηκέτι δούλους ἔμελλον ἕξειν ἀλλὰ δεσπότας τὸν λοιπὸν βίον, τοιοῦτον ἔργον συνειδότας; ὥστε εἰ καὶ τὰ μέγιστα εἰς ἐμὲ ἐξημάρτανον, οὐκ ἂν οἷόν τε ἦν δίκην με παρ᾽ αὐτῶν λαμβάνειν: εὖ γὰρ ἂν ᾔδη1 ὅτι ἐπ᾽ ἐκείνοις ἦν καὶ ἐμὲ τιμωρήσασθαι καὶ αὐτοῖς μηνύσασιν ἐλευθέροις γενέσθαι.
[Y, seguramente, hubiese sido el hombre más desgraciado si mis propios esclavos hubiesen pasado a ser mis amos. Si ellos hubiesen sido testigos de mi acción, por mucho que me ofendieran, yo no podría haberlos castigado, siendo plenamente consciente que estaba en su poder. Ellos podrían cobrar inmediata venganza sobre mí, ganando su libertad por delatarme]
Es indudable que Aristófanes otorga a Strepsíades características histriónicas muy particulares, pero, más allá del objetivo cómico espléndidamente logrado, este personaje representa a toda una clase social. Como todo personaje tipo de comedia, encarna un universal con su status quo perfectamente definido.
Strepsíades es un hombre orgulloso de su trabajo y, fundamentalmente, de su condición social. Es perfectamente comprensible que un hombre como él se mantuviese apartado de toda reflexión filosófica, y que Aristófanes juegue con su torpeza al respecto. El campesino del Ática, que trabajaba su tierra con ayuda de algunos esclavos (con quienes realizaba las tareas a la par), era una persona enteramente práctica. Su propia labor no aparece como un oficio. La tierra misma, sin disfraces ni falsas seducciones, es la que entrega al labriego todos sus secretos.
Al orgullo por el trabajo, debe sumarse al agricultor su buen temple para la guerra, producto de la dura tarea rural, en oposición al artesano, más habituado a la comodidad de su taller que a la vida al aire libre. El trabajo a la intemperie fortalece el cuerpo para las lides de Ares. Aristófanes parece darnos a entender que Strepsíades participó, bajo el mando de Pericles, en la campaña contra Eubea.
κἂν γλαῦκες βαδίζοντος αὐτοῦ ταράττωνται, [καὶ] εἴπας· Ἀθηνᾶ κρείττων, παρελθεῖν οὕτω.
[Si las lechuzas se alborotan a su paso, él pronuncia la fórmula incantatoria “Atenea es más fuerte”, y, tras esta cautela, sigue su camino.]
La clave para encontrar la relación entre los pueblos primitivos y su totem protector es prácticamente imposible de descifrar, pues responde a una complejísima clasificación entre los seres y las cosas, cuya clave relacional se ha perdido en el tiempo.
Paul Millet recuerda, en relación a este tópico, el célebre discurso de Lisias Sobre el tocón de olivo. Sostiene este autor que, a comienzos del siglo IV, existían en todo el ática tocones de olivo consagrados a la diosa Atenea. Estos “olivos sagrados”, presuntamente eran originarios del antiguo ejemplar de la Acrópolis, regalo de la misma diosa. La producción de aceite de estos árboles era regulada por unas normas complejas, pues su destino era premiar a los atletas que triunfaban en las panateneas. así, expone Aristóteles
συλλέγεται δὲ τὸ ἔλαιον ἀπὸ τῶν μοριῶν: εἰσπράττει δὲ τοὺς τὰ χωρία κεκτημένους ἐν οἷς αἱ μορίαι εἰσὶν ὁ ἄρχων, τρί᾽ ἡμικοτύλια ἀπὸ τοῦ στελέχους ἑκάστου. πρότερον δ᾽ ἐπώλει τὸν καρπὸν ἡ πόλις: καὶ εἴ τις ἐξορύξειεν ἐλαίαν μορίαν ἢ κατάξειεν, ἔκρινεν ἡ ἐξ Ἀρείου πάγου βουλή, καὶ εἴ του καταγνοίη, θανάτῳ τοῦτον ἐζημίουν. ἐξ οὗ δὲ τὸ ἔλαιον ὁ τὸ χωρίον κεͅκτημένος ἀποτίνει, ὁ μὲν νόμος ἔστιν, ἡ δὲ κρίσις καταλέλυται. τὸ δὲ ἔλαιον ἐκ τοῦ κτήματος, οὐκ ἀπὸ τῶν στελεχῶν ἐστι τῇ πόλει.
[El aceite se recoge de los olivos sagrados; el arconte lo exige como contribución a los poseedores de las tierras en que están los olivos, tres medios cótilos por cada tronco. Antes la ciudad vendía el fruto, y si alguien arrancaba un olivo sagrado o lo cortaba, le juzgaba el consejo del Areópago, y si lo condenaban, lo castigaban con la pena de muerte. Desde que el propietario del suelo paga el aceite, la ley persiste, pero el juicio ha desaparecido. Pues es el aceite de la finca, no el de los troncos, el que corresponde a la ciudad.]
Cada año, el consejo del Areópago recibía los informes de varios inspectores sobre el estado de los olivos de Atenea, e imponía multas a los granjeros que acercaban en exceso sus cultivos. Se protegía igualmente los tocones de árboles muertos, por si rebrotaban algún día. El agricultor de quien Lisias ejerció la defensa, fue acusado ante el Areópago de arrancar uno de estos tocones. La ley ática, como vimos, imponía, al menos en teoría, la pena de muerte. Entre las extensas argumentaciones que da Lisias sobre el caso, merece especial atención la que destaca que, siendo un tal acto impío le hubiera puesto a merced de sus esclavos, encargados del trabajo manual de desarraigar al tocón, hubiese hecho que ellos, con una delación, hubiesen podido ganar muy fácil la libertad.
πῶς δ᾽ οὐκ ἂν ἦ ἀθλιώτατος ἀνθρώπων ἁπάντων, εἰ τοὺς ἐμαυτοῦ θεράποντας μηκέτι δούλους ἔμελλον ἕξειν ἀλλὰ δεσπότας τὸν λοιπὸν βίον, τοιοῦτον ἔργον συνειδότας; ὥστε εἰ καὶ τὰ μέγιστα εἰς ἐμὲ ἐξημάρτανον, οὐκ ἂν οἷόν τε ἦν δίκην με παρ᾽ αὐτῶν λαμβάνειν: εὖ γὰρ ἂν ᾔδη1 ὅτι ἐπ᾽ ἐκείνοις ἦν καὶ ἐμὲ τιμωρήσασθαι καὶ αὐτοῖς μηνύσασιν ἐλευθέροις γενέσθαι.
[Y, seguramente, hubiese sido el hombre más desgraciado si mis propios esclavos hubiesen pasado a ser mis amos. Si ellos hubiesen sido testigos de mi acción, por mucho que me ofendieran, yo no podría haberlos castigado, siendo plenamente consciente que estaba en su poder. Ellos podrían cobrar inmediata venganza sobre mí, ganando su libertad por delatarme]
Es indudable que Aristófanes otorga a Strepsíades características histriónicas muy particulares, pero, más allá del objetivo cómico espléndidamente logrado, este personaje representa a toda una clase social. Como todo personaje tipo de comedia, encarna un universal con su status quo perfectamente definido.
Strepsíades es un hombre orgulloso de su trabajo y, fundamentalmente, de su condición social. Es perfectamente comprensible que un hombre como él se mantuviese apartado de toda reflexión filosófica, y que Aristófanes juegue con su torpeza al respecto. El campesino del Ática, que trabajaba su tierra con ayuda de algunos esclavos (con quienes realizaba las tareas a la par), era una persona enteramente práctica. Su propia labor no aparece como un oficio. La tierra misma, sin disfraces ni falsas seducciones, es la que entrega al labriego todos sus secretos.
Al orgullo por el trabajo, debe sumarse al agricultor su buen temple para la guerra, producto de la dura tarea rural, en oposición al artesano, más habituado a la comodidad de su taller que a la vida al aire libre. El trabajo a la intemperie fortalece el cuerpo para las lides de Ares. Aristófanes parece darnos a entender que Strepsíades participó, bajo el mando de Pericles, en la campaña contra Eubea.
Μαθητής
ὡς τοῦτ᾽ ἀληθῶς Ἀττικὸν τὸ χωρίον.
Στρεψιάδης
καὶ ποῦ Κικυννῆς εἰσὶν οὑμοὶ δημόται;
Μαθητής
ἐνταῦθ᾽ ἔνεισιν. ἡ δέ γ᾽ Εὔβοἰ, ὡς ὁρᾷς,
ἡδὶ παρατέταται μακρὰ πόρρω πάνυ.
Στρεψιάδης
οἶδ᾽: ὑπὸ γὰρ ἡμῶν παρετάθη καὶ Περικλέους.
[Discípulo
Te aseguro que esto es la región del Ática
Strepsíades
¿Y dónde están mis vecinos, del demo de Cicina?
Discípulo
Aquí los tienes. Y esta de aquí es Eubea. Como ves, se extiende a lo largo de una gran distancia
Strepsíades
Lo sé: la estiramos nosotros y Pericles.]
Una vida tan idílica, plena de orgulloso trabajo, no estaba predestinada a durar a través de la historia, y pronto se resquebrajaría. En tiempos de Aristófanes, la autosuficiencia agrícola comenzaba a desaparecer. Se operaba una transición hacia una economía de mercado. Este fenómeno podemos observarlo en Los Acarnienses. donde Dicépolis, mientras aguarda que se celebre la sesión de la Asamblea, añora los campos donde se desconoce el verbo “comprar”. Contribuyó al cese de la autosuficiencia del campesinado el desarrollo del sistema de explotación esclavista. Ya no bastaba la explotación familiar: los agricultores tuvieron que integrarse al mercado. Amén lo expuesto, el tipo de cultivos que se explotaba, donde viñedos e higueras se hallaban rodeados de olivos pero se carecía de cereales y forraje para el ganado mayor, obligaba al campesino, aun antes de las precitadas reformas, a insertarse en el mundo de los cambios, pese a su pretensión de autarquía.
Las variantes operadas en la economía, mencionadas en los párrafos precedentes hacen temer a Strepsíades por su estabilidad. El ver desmoronarse el mundo que ha conocido ante sus propios ojos, es lo que lo empuja a tomar las drásticas medidas ya conocidas. Aristófanes edifica toda una comedia a partir de una circunstancia que perfectamente pudo haber tenido una base real, y por cierto nada risible. No olvidemos que, con respecto a la servidumbre por deudas, el Estagirita llegó a afirmar que los pobres, con sus mujeres e hijos, quedaron esclavizados a los ricos.
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