lunes, 21 de junio de 2010

VNIVERSITAS Y SCHOLA. UN VIAJE PENDULAR INTRA ET EXTRAMURII



Luis Antonio Rateni


Fundada sobre la base del studium, la Universidad surge como tal a partir de un proyecto de inserción social que giraba en torno al Derecho. La primera Vniversitas que se convirtió en un cuerpo organizado regularmente y en una entidad colectiva análoga a nuestras Universidades es la de Bolonia, pero ésta fue, ante todo, un centro de estudios jurídicos, y hasta 1352, bajo Inocencio VI, no obtuvo una Facultad regular de Teología.[1] No es casual que en Bolonia, el primer profesor de Derecho, haya sido Pepo, precisamente un causidicus o juez consultivo. En síntesis, un hombre de derecho al servicio de la sociedad. Pero, aunque Pepo reivindicara haber enseñado el Derecho iustinianeo, fue Irnerio, su sucesor (y tal vez el primero de los glosadores) quien separó a la Ciencia del Derecho de su práctica.[2]

Desde una perspectiva teológica y filosófica (propia del mundo medieval), la primera en constituirse fue la Universidad de París, y su esplendor durante el siglo XIII fue tan grande que eclipsó completamente a su hermana mayor, la de Bolonia, y parcialmente a su hermana menor, la de Oxford. Más allá de este proyecto promovido por la consolidación social y económica de los centros urbanos, el aspecto más característico de la Universidad medieval es su estructura asociativa espontánea: es una corporación, formada para defender los intereses de maestros y estudiantes, reglamentar la enseñanza, controlar su calidad y el número de nuevos maestros. En los estatutos oficiales de la Universidad de París, v. gr., esta institución se refiere a sí misma como


nos, u. magistorum et scholarium Parisiensium.[3]


Esta referencia define, precisamente, la idea de claustro. Aunque Pedro Abelardo sea conocido para muchos merced su trágica historia de amor con Eloísa, su verdadero paso a la Historia deviene a partir de su convicción que confirma que el claustro parisino no representaba a través de sus maestros a un tipo de saber extramuros. De allí su imperiosa necesidad de fundar la Escuela de Melun, trasladada luego a Corbeil, donde atraía a legiones de jóvenes brillantes que no sentían que el ambiente universitario fuese propicio para sus ideales. Tal vez pertenezcan al ámbito de la leyenda los debates de Abelardo con Guillermo de Champeaux y Anselmo de Laón.[4]

Un siglo después de Abelardo, Santo Tomás de Aquino intenta realizar desde París un doble juego de política cultural: por un lado, hacer aceptar a Aristóteles por la ciencia teológica de su época, por otro, disociarlo del uso que hacían de él los averroístas. En este intento, el Aquinatense no podía permanecer intramuros, pues las circunstancias socio-políticas de la época no se lo permitían. Él pertenecía a una orden mendicante que había tenido la mala fortuna de poner en circulación a Gioacchino da Fiore y a otros dominicos considerados en ese momento como una banda de “heréticos apocalípticos”, al decir de Umberto Eco, peligrosísimos para el orden constituido, tanto por la Iglesia como por el Estado. Los maestros reaccionarios de la Facultad de Teología, encabezados por Guillaume de Saint-Amour, pusieron especial cuidado en afirmar que los dominicos eran todos heréticos gioacchinistas. A tanto llegaba su atrevimiento, que estos mendicantes pretendían enseñar el pensamiento de Aristóteles, maestro de los materialistas ateos averroístas. Un enfrentamiento entre estudiantes y fuerzas del orden, dejaron el lamentable saldo de dos dominicos muertos.[5]

Si la Vniversitas tenía que ver con lo institucional, la schola tenía que ver con la metodología de pensamiento y didáctica allí empleada, derivados, precisamente, de la Escolástica. Conviene destacar que aunque estos procesos de pensamiento fueron evolucionando a partir de la Modernidad, la estructura medieval de la Universidad, con todas sus tensiones, se mantuvo hasta la fundación de la Universidad de Berlín en 1810 (actualmente Universidad Humboldt de Berlín), primera institución plenamente actual estructuralmente.

El advenimiento del protestantismo aporta un intento de inserción social de ciertas categorías intelectuales, como el uso de la gramática, a partir de la traducción de las Sagradas Escrituras a lenguas vernáculas. Este movimiento rompe con la hegemonía de la Vniversitas en materia intelectual. La traducción de Martin Luther del Nuevo Testamento, realizada durante su estadía en el Castillo de Wartburg (1521-1522), fue realizada sobre la base de la segunda edición de Erasmo de Rotterdam, en griego (1519). La traducción integral de la Biblia por Lutero, denominada "Gótica", no sólo es la más importante en lengua alemana, sino que, además, de poner las Escrituras al alcance del pueblo, fue el punto de partida para la consolidación del idioma alemán.[6]

Como señaláramos supra, en 1810 el librepensador prusiano Wilhelm von Humboldt fundó la Universität zu Berlin. En 1828 esta Universidad recibió el nombre de Universidad Friedrich-Wilhelm (Friedrich-Wilhelms-Universität) y más tarde fue conocida como Universität unter den Linden. Recién en 1949 se cambió su nombre a Humboldt-Universität zu Berlin (Universidad Humboldt de Berlín) en honor a su fundador. Entre sus primeros intelectuales, donde se cuentan Fichte, Schleiermacher y Schopenhauer, es George Wilhelm Friedrich Hegel quien consolida una idea de Universidad al servicio de un naciente Estado.[7] El prólogo de sus Principios de la Filosofía del Derecho no deja dudas al respecto. La originalidad de la Universidad de Berlín, que fue capaz de cambiar una historia de siete siglos, radica en un cambio de paradigma. Desde su creación, ésta ya no se definía como una communitas scholarum (comunidad de profesores y estudiantes), sino como una communitas scientarum (comunidad de saberes). Si el modelo de Berlín ha servido como brújula para el proceso de modernización de las Universidades europeas y americanas a lo largo de los siglos XIX y XX, ello se debe a que su política universitaria ha abordado la relación existente entre los destinos de la razón, del Estado y de la persona. O, en otros términos, porque desde Berlín logró reformularse, a la luz de la idea moderna de razón y Estado, el éthos universitario.[8] Actualmente, desde Italia nos llega la voz de Paolo Virno, con su Gramática de la multitud, advirtiéndonos que es difícil la proyección extramuros hasta tanto no tengamos en claro si se apunta a una inserción en el pueblo o en el Estado, distinción que, por otro lado, él mismo sostiene que a partir de Hobbes no es tan clara como parece.[9]



BIBLIOGRAFÍA


BOVERO, Michelangelo, “El modelo Hegeliano-Marxiano”, en Norberto Bobbio y Michelangelo Bovero, Sociedad y Estado en la Filosofía Moderna, traducción de José Florencio Fernández Santillán, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, 3ª reimpresión 1996, pp. 170-181.

CASTORIADIS, Cornelius, “¿El fin de la filosofía?”, en El mundo fragmentado, traducción de Roxana Páez, La Plata, Terramar, 2008, pp. 149-166.

CASTRO, Edgardo, “Una filosofía política de la universidad”, en Ñ - Revista de Cultura Clarín- Nº 226 - 26 de enero de 2008, pp. 10-12.

ECO, Umberto, “Elogio de santo Tomás”, en La estrategia de la ilusión, traducción de Edgardo Oviedo, Barcelona, Lumen, 3ª edición 1999, pp. 269-278.

ESTEBANEZ, Emilio García, El Renacimiento: humanismo y sociedad, Bogotá, Cincel, 1986.

GILSON, Étienne, La Filosofía en la Edad Media. Desde los orígenes patrísticos hasta el fin del siglo XIV, traducción de Arsenio Pacios y Salvador Caballero, Madrid, Gredos, 1958, 2ª edición 1965, 6ª reimpresión 1995.

HABERMAS, Jürgen, El discurso filosófico de la modernidad, traducción de Manuel Jiménez Redondo, Buenos Aires y Madrid, Katz, 2008.

HEGEL, Georg Wilhelm Friedrich, Principios de la Filosofía del Derecho o Derecho Natural y Ciencia Política, traducción de José Luis Vermal, Buenos Aires, Sudamericana, 1975.

MAGNAVACA, Silvia, Léxico Técnico de Filosofía Medieval, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2005.

STEIN, Peter G., El Derecho romano en la historia de Europa. Historia de una cultura jurídica, traducción de César Hornero y Armando Romanos, Madrid, Siglo XXI, 2001.

SUERO, Teresa, “Introducción a Elogio de la Locura, de Erasmo de Rotterdam”, Barcelona, Bruguera, 1981, pp. 30-40.

VIRNO, Paolo, Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida contemporáneas, traducción de Adriana Gómez, Buenos Aires, Colihué, 2003.

WEIL, Eric, Hegel y el Estado. Cinco conferencias y un apéndice, traducción de Alfredo Llanos y Ofelia Menga, Buenos Aires, Leviatán, 1996.


NOTAS

[1] Étienne Gilson, La Filosofía en la Edad Media, Madrid, Gredos, 1995, p. 385 y ss.

[2] Peter G. Stein, El Derecho romano en la historia de Europa, Madrid, Siglo XXI, pp. 64-67.

[3] Susana Magnavacca, Léxico técnico de Filosofía Medieval, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2005, p. 714.

[4] Étienne Gilson, op cit, pp. 274-288.

[5] Umberto Eco, “Elogio de santo Tomás”, en La estrategia de la ilusión, Barcelona, Lumen, 1999, pp. 269-278.

[6] Vid. Teresa Suero, “Introducción a Elogio de la Locura, de Erasmo de Rotterdam”, Barcelona, Bruguera, 1981, pp. 30-40; Emilio García Estebanez, El Renacimiento: humanismo y sociedad, Bogotá, Cincel, 1986, p. 139 y ss.

[7] G. W. F. Hegel, Principios de la Filosofía del Derecho, Buenos Aires, Sudamericana, 1975, pp. 11-26; vid. Michelangelo Bovero, ·”El modelo Hegeliano-Marxiano”, en Norberto Bobbio y Michelangelo Bovero, Sociedad y Estado en la Filosofía Moderna, México, Fondo de Cultura Económica, 1991, pp. 170-181; Eric Weil, Hegel y el Estado, Buenos Aires, Leviatán, 1961, p. 75 y ss; Hannah Arendt, “Sócrates”, en La promesa de la política, Barcelona, Paidós, 2008, pp. 43-75; Jürgen Habermas, El discurso filosófico de la modernidad, Buenos Aires, Katz, 2008, pp. 35-62; Cf. Cornelius Castoriadis, “¿El fin de la filosofía?”, en El mundo fragmentado, La Plata, Terramar, 2008, pp. 149-166.

[8] Vid. Edgardo Castro, “Una filosofía política de la universidad”, en Ñ - Revista de Cultura Clarín- Nº 226 - 26 de enero de 2008, pp. 10-12.

[9] Paolo Virno, Gramática de la multitud, Buenos Aires, Colihue, 2003, pp. 11-12.

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